Cada vez son más los países que van prohibiendo delfinarios y acuarios, considerados por entidades animalistas y muchos expertos como verdaderas ‘cárceles de animales’. El último en dar este paso ha sido Bélgica, según ha anunciado su ministro de Bienestar Animal, Ben Weyts.
Este país se ha convertido en el séptimo del mundo y el cuarto de Europa en prohibir de manera permanente e irreversible la tenencia de delfines en cautiverio. Se trata de una decisión histórica que ha sido saludada unánimemente como un hito en la lucha por los derechos de los animales y la conservación marina.
El último delfinario del país, Boudewijn Seapark, ubicado en la localidad de Brujas, deberá cerrar sus puertas en 2037 como muy tarde.
Numerosos estudios científicos respaldan la sospecha de que la vida en cautiverio para los delfines atenta contra su bienestar y les causa sufrimiento, a pesar de que, a primera vista, los delfines y otros cetáceos parecen estar siempre riendo.
Las piscinas y los tanques en que viven, por más grandes que sean, no alcanzan nunca las mínimas dimensiones que necesitan estas especies para desarrollar su vida normal ni satisfacer las complejas interacciones sociales de estos animales. Además, vivir en estas condiciones acaba generando problemas de salud mentales a los delfines, orcas y otros ejemplares que suelen exponerse en estas instalaciones.
La decisión adoptada por el Gobierno belga fue impulsada por la organización belga protectora de animales GAIA (@gaiabelgium), miembro de Eurogroup for Animals, que venía luchando durante más de tras 30 años por esta causa. La nueva normativa también pone fin a la reproducción e importación de delfines en cautiverio.
Animales inteligentes y sensibles
Delfines y orcas poseen cerebros excepcionalmente grandes y complejos, lo que les permite reconocerse en espejos y comunicarse a través de una variedad de vocalizaciones. Los investigadores han comprobado que su capacidad para experimentar emociones como alegría, tristeza y estrés es comparable a la de muchos primates.
Mientras que en libertad los delfines recorren miles de kilómetros, explorando océanos y estableciendo complejas redes sociales, en cautiverio se ven obligados a nadar en círculos en tanques diminutos.
Los otros países que lo han prohibido, y el caso de España
Chipre, Eslovenia, Croacia, Costa Rica, Chile e India han prohibido mantener cetáceos en cautividad. Suiza y Hungría prohíben la importación de cetáceos y la construcción de nuevos delfinarios.
Algunos países establecen unos estándares tan estrictos para los delfinarios que resultan demasiado difíciles de conseguir. En este grupo se encuentran Brasil, Reino Unido, Noruega o Polonia.
Otros no disponen de legislación al respecto, pero se han denegado permisos de construcción a delfinarios en países como Islandia o Austria, o directamente ni se lo plantean como Austria, República Checa, Eslovaquia, Estonia, Irlanda, Letonia o Luxemburgo.
En Grecia, aunque hay un delfinario, los espectáculos con animales están prohibidos y en Bulgaria, donde también hay uno, se considera un circo y no un zoológico. España, el « mayor delfinario de Europa », en cambio, se caracteriza por tener el mayor número de este tipo de instalaciones de Europa -con 11 de un total de 30-, según la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA).
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