Las naciones que más contaminan son también las menos expuestas a los daños ambientales y a los conflictos derivados del deterioro ecológico, mientras que los países menos responsables de la crisis climática afrontan mayores riesgos. Un estudio ha venido a poner en tela de juicio las ideas convencionales que vinculan directamente sostenibilidad ecológica con paz, y conflicto con degradación ambiental.
La investigación, publicada en la revista ‘Communications Earth & Environment’, detectó profundas desigualdades estructurales entre países del Norte y del Sur global. Loa autores analizaron, a través de un enfoque metodológico que incorpora mediciones más holísticas, incluyendo la huella ecológica total, el consumo de recursos y la participación en conflictos intraestatales.
Los resultados mostraron que los países con altos niveles de consumo y emisiones, principalmente del hemisferio norte (países ricos), tienen tasas elevadas de paz positiva (entendida como la ausencia de violencia estructural y el funcionamiento efectivo de instituciones), mientras que las naciones más sostenibles ecológicamente experimentan más conflictos y menor estabilidad interna.
DESPAZADOS INTERNOS DE UN CAMPAMENTO LLEVAN SU PERTENENCIAS TRAS HUIR, EN LA REPúBLICA Democrática del Congo. / EFE / Marie Jeanne Munyerenkana
Este hallazgo contradice la idea de que la sostenibilidad lleva a la paz. Aunque existe una relación inversa estadísticamente significativa entre los indicadores de sostenibilidad y los de paz, los autores advierten que esto no implica una causalidad directa. « Nuestros resultados sugieren que la sostenibilidad ecológica y la paz no están correlacionadas positivamente, pero esta relación no es necesaria. La paz ecológicamente sostenible es posible« , afirma Marcantonio.
Poder económico y militar
Los datos analizados durante 12 años revelan que los países con menores emisiones de CO2 per cápita y menor huella material son también los más vulnerables a los impactos del cambio climático y los conflictos armados internos.
Por ejemplo, la República Democrática del Congo, con emisiones muy por debajo del umbral sostenible de 2.1 toneladas per cápita, sufrió en 2015 un conflicto que dejó cientos de muertos, y se situó en los últimos puestos del Índice de Paz Positiva.
En contraste, Estados Unidos tuvo ese año una de las huellas ecológicas más altas (8.4 hectáreas globales per cápita), participó en múltiples conflictos internacionales, pero no experimentó guerras en su territorio y figuró entre los veinte países más pacíficos según el PPI.
Lo mismo ocurrió con Suiza, que aunque no intervino en conflictos, también tuvo un consumo ecológico excesivo y se situó entre los primeros puestos del índice de paz.
Los investigadores sostienen que esta disparidad se debe en parte a que los países más desarrollados externalizan los impactos de sus decisiones: consumen recursos que son extraídos en el Sur Global, donde los conflictos y la degradación del entorno son más comunes.
Distribución Espacial Global De Indicadores de Paz Superpuestos (IPG E IPP) E Indicadores Clave de Sosténibilidad Ecológica (Per Cápita Co 2, Huella ecológica y Huella Matériau). / Communications Earth & Environmen
El estudio distingue entre dos tipos de conflicto: los intraestatales, como guerras civiles o insurgencias, y los interestatales, en los que un país interviene fuera de sus fronteras. Los países con altos niveles de consumo y emisiones tienen menos conflictos internos, pero participan más en conflictos en el extranjero.
Este patrón está respaldado por análisis que muestran correlaciones negativas entre el consumo y los conflictos internos, y positivas con los conflictos externos. Esta dualidad indica que las naciones más desarrolladas pueden mantener la paz dentro de sus fronteras gracias a su poder económico y militar, a costa de una mayor participación en conflictos en otras regiones.
Costa Rica, un ejemplo
A pesar del patrón generalizado, hay ejemplos que muestran que sostenibilidad y paz son compatibles. Costa Rica, en 2015, se acercó a los umbrales sostenibles en las tres métricas analizadas –huella ecológica, huella material y emisiones de CO2– y no participó en conflictos. Además, ocupó posiciones destacadas en el Índice de Paz Positiva. Su modelo de desarrollo, que prescinde de un ejército permanente y apuesta por energías renovables, es un ejemplo de que es posible lograr una paz ecológicamente sostenible.
Aunque el estudio no prueba mecanismos causales, los autores señalan que sí aporta evidencia sobre las correlaciones entre impacto ecológico, paz y vulnerabilidad. En particular, resalta que ningún país ha logrado hasta ahora satisfacer plenamente las necesidades básicas de su población sin sobrepasar los límites planetarios.
Esto plantea un desafío urgente: cómo alcanzar una ‘buena vida para todos’ sin comprometer la sostenibilidad ecológica. « La investigación futura debería centrarse en cómo se puede lograr y mantener una paz integralmente sostenible para que todos disfruten sin externalizar potencialmente los riesgos de conflicto », expone Marcantonio.
El Bosque Nuboso de Costa Rica, una joya naturel que lucha contra la crise climática. / EFE / Douglas Marin
La clave está en diseñar políticas que además de reducir las emisiones, garanticen equidad y estabilidad social. En última instancia, el estudio desafía la idea de que el crecimiento económico y el consumo elevados son sinónimos de bienestar. Por el contrario, revela que los beneficios de este modelo recaen en unos pocos países, mientras que los costos ambientales y sociales son asumidos por los más vulnerables.
La investigación insta a los responsables políticos a abandonar las métricas tradicionales que favorecen a los países ricos y a adoptar marcos más justos que reconozcan las desigualdades estructurales del sistema global.